Kabul, Afganistán.- Con una mezcla de arrogancia y nostalgia, el Talibán celebró con pompa el tercer aniversario de su regreso al poder, justamente en la misma base aérea de Bagram que alguna vez fue el corazón de la intervención militar de Estados Unidos. En un espectáculo que parecía más un desafío que una celebración, los líderes talibanes se jactaron de sus «logros», mientras ignoraban descaradamente las terribles penurias que sufre la población afgana.
Bajo un cielo azul y soleado, los discursos se enfocaron en destacar el «fortalecimiento» de la ley islámica y la imposición de un sistema militar que, según ellos, ha traído «paz y seguridad». Sin embargo, esta paz parece ser un espejismo para los millones de afganos que viven al borde del hambre, en un país donde el desempleo y la desesperanza son la norma.
La celebración fue el mayor y más descarado desfile del Talibán desde que recuperó el control de Afganistán en agosto de 2021. En lugar de reconocer los desafíos reales que enfrentan los afganos, los oradores, encabezados por el vice primer ministro Maulvi Abdul Kabir, prefirieron enviar mensajes a la comunidad internacional, instando a la diáspora a regresar y a Occidente a cooperar con el régimen.
El Talibán se regocija en su poder, pero ¿a qué costo? La realidad en las calles de Afganistán cuenta una historia muy diferente. Mientras los líderes celebran, el pueblo sufre.